Reflexiones con mi amigo Alvaro Galán

Hola a todos, son ya varias madres las que se lanzan a la aventura de ir a Hong Kong con sus hijos. Desde aquí a todas os deseo lo mejor del mundo. Nadie tiene la varita mágica. Lo que a uno le va a bien a otro no, esa decisión la tomará, imagino el alma de cada uno, su misión en esta vida, sus circunstancias personales... No lo sé, lo importante creo yo es que si la madre, la familia, está bien, no recaerá en el hijo la responsabilidad única y exclusiva de que su familia esté feliz. Si él mejora, es una alegría, pero si no, estoy segura de que se trata de una prueba más en el camino que debemos recorrer. Si hacemos algo, es porque sentimos que tenemos que hacerlo y siempre deberá, creo yo, ser un motivo de aprendizaje.

Hablábamos este pasado fin de semana en el taller, donde nos juntamos madres de niños con lesión cerebral, madres de niños sin lesión cerebral, y mujeres que no eran madres, de las emociones, de lo importante que es identificarlas a tiempo, cuando aún no nos han envuelto y cegado y nos avisan de que debemos prestar atención a algo que nos hace daño, o que nos da miedo, o rabia... las emociones, aprendí, que nunca son negativas, sino que, al contrario, son nuestras aliadas 
en este camino. En vez de escucharlas, desde pequeños nos invitan a taparlas, a bloquearlas, y se quedan en algún lugar escondidas, dentro de nosotros, hasta que ya de mayores, en el mejor de los casos, nos damos cuenta de que no estamos viviendo, ni sintiendo, sino que pasamos por la vida bajo una armadura. Creemos que eso no es sufrir, pero cada día veo que al contrario, nuestra alma sufre mucho porque no puede expresarse. Y que esas respuestas automáticas que tenemos y no comprendemos ante situaciones aparentemente sin importancia, son fruto de aquellas.

Hablábamos también de la necesidad que tenemos, las mujeres, por nuestra capacidad para dar y recibir amor, y las madres en general, de sanar nuestras heridas del pasado para dejar hablar a nuestro corazón y a ese alma y no estar controladas siempre por las voces de nuestra mente, que no son pocas.


Y hablaba también con Alvaro Galán, gran amigo mío, de que las madres de niños con lesión cerebral tenemos más obligación que nadie cuando nos llega la información de encontrarnos y recuperar aquello que nos hacía vibrar, de que salga nuestro auténtico Yo, para ser felices y fluir con la vida en vez de estar siempre en lucha con ella.

Una persona sin discapacidad tiene libertad para salir o entrar, decir o no, ir o quedarse, pero una persona con discapacidad depende de sus padres en la mayoría de los casos para hacer planes y tener vida privada. Alvaro es psicólogo, coach, deportista pero también es hijo, y tiene novia. Está en silla de ruedas debido a su parálisis cerebral y no puede conducir. Vive solo, es autónomo y va en taxi, autobús o tren a todas partes. Pero muchas veces recurre a sus padres para ir a ciertos sitios, con el peligro que eso conlleva, y todos lo sabemos, de no poder mantener tu vida privada en Privado. Los juicios, opiniones, suposiciones, cómo un padre o una madre vuelca en sus hijos sus anhelos, deseos no cumplidos, miedos... una persona con lesión cerebral no se puede escapar de todo eso. Me entró mucho agobio cuando me lo contaba.

Superado el susto y el disgusto de tener un hijo con lesión cerebral, debemos remontar, por nosotras y por ellos, no deben ser nunca raíz de nuestro sufrimiento. No más que cualquier otro niño porque al final, una madre cualquiera, sufre si su hijo no estudia la carrera que quiere ella, si no se casa con quien quiere ella, no hace lo que ella cree que es bueno para el... así que, hablando con Alvaro, me di más cuenta que nunca, que debemos ser libres y dejarles libres. A todos los hijos, y más aún, a ellos.

No se trata de no sufrir cuando tiene una crisis de epilepsia o él sufre sino de comprenderlo desde el clic espiritual que se produce en nosotros cuando meditamos e inciamos una búsqueda dentro en vez de fuera. No morimos el día que diagnosticaron la lesión a nuestro hijo, aunque lo creamos, sino en la mayoría de los casos mucho antes, probablemente de pequeños o después, cuando renunciamos a ser felices o a perseguir nuestros sueños por miedos ... nuestros hijos nos hacen tocar fondo de aquello que arrastramos y quedó grabado en nuestro subconsciente.

Podemos sufrir con ellos y llorar si hace falta pero este camino que me propusieron y comparto nos acerca a momentos bonitos,de magia,a las sincronicidades , a saber que existe algo aunque no lo veamos... que hace que ese sufrimiento sea menor o desaparezca, en muchos casos. Es muy personal esto, y lo comparto a riesgo de resultar pesada o que me tachen de loca pero igual que lo compartieron conmigo otras personas, lo hago yo ahora. Sólo planteo a las madres o mujeres que aún no lo han hecho que se asomen a lo desconocido... Al principio cuesta ,luego nada. Pero hasta que no lo vives no sabes de lo que te hablan.




Aquí os dejo una foto de Alvaro durante nuestra quedada, grabé también un vídeo con la explicación, con su reflexión sobre lo difícil que es poner límites y lo difícil que es hacerlo si tienes discapacidad, por esa relación de dependencia que se establece entre una madre y ese hijo, tanto que a veces les asfixia. Al menos, que Alvaro nos sirva para tomar conciencia. En la foto le veis con una servilleta, no se le ve la cara. Ése sería el caso de una persona que puede poner ese límite y nadie le ve la cara, su privacidad es suya. La siguiente foto que nunca tomé, cuelgo el vídeo, sería, como yo le vi, con una fina capa de esa misma servilleta , que al ser más fina, permitía que le viera los ojos, y la nariz y la boca porque se transparentaba. Así es como mantenemos la privacidad las personas, adultas, con discapacidad me dijo. Imposible. Nos ven.


Seamos pues consecuentes con lo que nos gustaría que fuera nuestra vida. Nunca, nadie, estamos libres de tener cualquier discapacidad. Como me dijo mi madre de pequeña, no hagas con los demás lo que no te gustaría que hicieran contigo. Aplicarlo no es fácil, pero cuanto más objetivas seamos de nuestras emociones, sepamos escucharnos y por lo tanto ser felices, más fácil será respetar la vida de los demás.

Felipón avanza, pasito a pasito, a la vez que lo hago yo. A veces más despacio, a veces más rápido... Ayer gateó con patrón cruzado, sigue sin tener el suficiente equilibrio para andar sólo así que seguimos con una mano. Eso sí, en el colegio hace unos dias nos dijeron que parecía otro niño, y que ademas, se cansaba mucho menos.

Besos para todos

Rocio

Comentarios

  1. Rocío lo has sintetizado genial, gracias por compartir tu luz y mis reflexiones con todo el mundo

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